Caminando por el bosque una noche nublada
- Skale Saverhagem
- Dec 23, 2013
- 9 min read
Mi nombre es Takai, he venido a rescataros.
… ¿Por qué?
…
capítulo 2
CAMINANDO POR EL BOSQUE UNA NOCHE NUBLADA
Nadie dijo que la huida fuera a ser fácil.
El bosque había sido la única opción que permitió a los dos fugitivos despistar a sus perseguidores. En aquel momento, la lluvia había comenzado a caer, dificultando el camino a los caballeros y difuminando el rastro a seguir. Aquella negrura nubosa unía el día y la noche, creando una noche imperecedera sin luna ni estrellas, solamente nubes oscuras. Ocultos en los lindes del bosque, el caballero esperaba vigilante.
Reala había vuelto al mundo de los vivos.
– Humm… – dejó escapar un sonido inarticulado mientras se abrían sus ojos – ¿Dónde… es…?
Sus recuerdos todavía estaban borrosos, nublados entre sueño y verdad. Todo lo que había vivido parecía una pesadilla, pero real; y luego, lo que había ocurrido después se le antojaba un sueño. Cuando la imagen cobró nitidez, Reala vio al caballero que la había rescatado en sueños de aquella realidad de pesadilla.
– ¿Os encontráis bien, princesa? – dijo una voz profunda como la piedra. Luego lo repitió de nuevo, sólo que cambiando un poco el orden de las palabras.
El sonido de la lluvia amortiguaba ligeramente el ruido de sus persecutores, que debían estar rastreando la zona. Entonces, lo recordó. Y lo que recordó, de repente, fue real.
*************
El estruendo en la celda vino seguido de una pared derrumbándose, por la que entraron los últimos rayos de luna. Reala apenas había alzado la cabeza, pero la figura que vio se le antojaba familiar. Llevaba una lanza.
– Princesa, ¡estáis aquí! – había dicho la figura. Ella permanecía ausente. La figura continuó – Mi nombre es Takai, he venido a rescataros.
Un impulso producido por aquellas extrañas palabras motivó una pequeña respuesta en la princesa cautiva.
– ¿Por qué…?
– 'Un caballero debe proteger a la princesa sin importar el coste', fue el juramento que hice cuando me hice caballero. Os llevaré a un lugar seguro, ¡por favor, seguidme!
Ella no se movió, pero por alguna razón el mundo se desplazaba. Al rato estaba echada a lomos de un caballo, mecida por el vaivén del galope, mientras otros caballos con la guardia del castillo encima les intentaban coger.
Después de eso, creyó que estaban perdidos. Sus perseguidores tenían caballos más veloces y se acercaban cada vez más. Si hubieran disparado alguna flecha, los habrían derribado sin problemas.
*************
– ¡Princesa! Responded, por favor.
El insistente guión del caballero estaba dejando de ser molesto para resultar aburrido. Reala enlazó sus recuerdos con el presente.
– ¿Qué ha pasado, Takai? ¿Por qué no nos han capturado?
Una leve expresión de alivio, algo así como nacida de una timidez subterránea, asomó en la, por lo general, poco visible cara del caballero. Unos segundos después, la expresión cambió a una tenue seriedad.
En ese momento, la lluvia se detuvo.
– Debemos alejarnos de aquí, alteza – dijo mientras se ponía en pie –. No pararán de buscarnos ahora.
Reala se levantó y notó que le temblaban las rodillas. Había olvidado todo lo que había pasado, pero esos recuerdos que habían vuelto hace poco a su mente estaban ahora volviendo a su cuerpo. Takai se volvió inmediatamente hacia ella.
– ¿Queréis que os lleve a cuestas, alteza? – dijo posando con cuidado sus dedos sobre los hombros de ella.
– No, gracias, puedo caminar yo.
El caballero se echó hacia atrás como quien teme romper un delicado cristal. Para Reala toda aquella impresión, la huida, el inesperado rescate... el mundo había dado un vuelco que su corazón no había sido capaz de asimilar de golpe. Sin embargo, tenía que aguantar.
– Entiendo que os cueste confiar en mí – fue la respuesta del caballero –. No deberíamos detenernos aquí. Seguidme, por favor...
El bosque de noche ofrecía un panorama poco entretenido, aunque incierto y preocupante. Reala caminaba detrás de Takai, apartando la maleza que se topaba en su camino y notando cómo las hojas le crujían suavemente bajo los pies. Alguna piedra traicionera había que lastimaba sus pies descalzos, pero ella no se quejaba. Después de todo, la alternativa no era mucho más agradable.
Llevaban un rato largo caminando, sin decir una palabra; Takai abriendo paso y Reala detrás. Ahora el bosque estaba silencioso. No se oía más que el crujir de las hojas y la maleza al abrirse paso. En medio de esta tensa tranquilidad, la princesa intentó aclarar sus dudas.
– No debemos demorarnos, alteza – se atrevió a decir Takai –. Puede haber soldados acechando.
El caballero era como una piedra de campo. Reala se planteó si tendría sentido del humor o si, simplemente, habría algo debajo de aquella armadura. Luego, algo más urgente hizo ruido en su cabeza para llamar su atención. Decidió que necesitaba hablar.
– Pero, – empezó a decir – ¿por qué todo esto? No lo entiendo… ¿Por qué me persiguen?
– No os persiguen sólo a vos – respondió él –. Yo he sido quien os ha sacado del calabozo.
Aquello era verdad. Por muy duro que hubiera podido sonar desde el fondo de la armadura, aquel soldado había puesto en peligro su carrera y su vida para salvarla. En aquel mundo donde nada era verdad. Necesitaba más respuestas. Si el caballero era realmente sincero, tendría que dárselas.
– Todavía no me has explicado qué he hecho para que me prendieran – replicó. En aquel punto, los árboles ocultaban todo rastro de luz lunar, ofreciendo un sendero fantasmagórico.
– Hoy he visto a mis propios compañeros faltar a su promesa – el caballero, muy serio, había empezado a disminuir el paso –. No, todo el reino parece haberse vuelto loco… En la tropa teníamos órdenes de raptaros y no dejaros escapar. Durante la huida, los que nos perseguían a caballo eran compañeros de armas míos.
A espaldas de Takai, los ojos de Reala se abrieron como platos y su expresión de doncella cansada adquirió un amplio matiz de sorpresa. En ese momento, un repentino destello iluminó el recuerdo de aquella noche. Cuando Reala se había quedado dormida, los caballeros casi los habían alcanzado, pero ahora estaban aquí, sanos y salvos, con sus perseguidores perdidos en la distante inmensidad. ¿Cómo… habían escapado?
Reala no se rindió. Quería sacar toda la información posible a su supuesto protector. Sin embargo, él mismo fue quien continuó hablando al bosque.
– No sé qué ha podido pasar... Por eso, debemos continuar huyendo.
Cansada como estaba, no habría sido capaz de articular un pensamiento coherente en aquella huida por el bosque. El caballero parecía estar hecho totalmente de piedra... se preguntaba hacia dónde estaban escapando o si realmente habían estado alejándose del castillo.
El caballero se paró del todo. Reala pudo ver bajo su yelmo la misma expresión de terrón seco a la que ya casi se había acostumbrado; pero esta vez llevaba un matiz extra de gravedad, como un pedazo de tierra con hierro dentro.
– ¿Qué… ocurre? – preguntó ella.
– Creo – dijo el caballero pausadamente, como quien está a punto de desvelar un hecho crucial – que estamos en el bosque que separa el territorio real de los feudos nobiliarios.
En la oscuridad nubosa de la noche, un cuervo hizo notar su presencia.
– ¿Adónde nos estamos dirigiendo? – preguntó ella con reserva.
La respuesta del caballero no se hizo esperar.
– A los feudos. Este bosque separa el territorio de la corona de las tierras nobiliarias – repitió él. A pesar de todo, fue como si lo dijera por primera vez–. Allí estaréis a salvo.
– ¿Y adónde vamos a ir? – preguntó ella de nuevo.
Takai se concentró para dar la respuesta.
– No estoy seguro.
Aquello no tenía ningún sentido. Eran los nobles quienes habían montado el tinglado para apresarla, los mismos nobles que la habían engañado y los mismos que querían que muriera. ¿Es que Takai la estaba conduciendo a otra trampa? No lo habría creído posible hace medio día, pero ahora no sabía qué pensar.
– E…escucha, pero… – quiso decir Reala, pero enseguida fue interrumpida por un brazo que se le cruzó en el aire.
– Esperad, alteza – dijo Takai alzando la cabeza de nuevo –. Creo que oigo algo.
Ella no oía nada a excepción de los sonidos del bosque. De pronto, esos sonidos que hasta ahora había considerado normales empezaron a parecerle amenazadores. Además, el pánico aún grabado en su cuerpo atenazaba su corazón, invadiéndola por completo. Aunque recelosa, pensó que sería prudente acercarse al caballero.
– ¡¿Quién va?! – gritó Takai – ¡Mostraos!
El bosque se agitó y una bandada de cuervos salió volando de los árboles. Junto a la princesa y el caballero, una rama en el suelo se partió sonoramente. Sobre ella había un hombre con la armadura de la tropa real. Agitando los arbustos, otros cuatro soldados salieron de su escondite rodeando por completo a los dos proscritos.
– Capitán… – Takai observó al primero de ellos mientras éste dada un paso al frente.
– Se ha acabado, chico – respondió –. Entrega a la fugitiva sin rechistar.
El capitán echó mano a su espada y el resto de la tropa lo imitó de inmediato. No había escapatoria. Reala se sentía totalmente indefensa, débil, totalmente inútil... Siempre dependiente de la ayuda de los demás, ahora estaba sola y asustada. Instintivamente se acurrucó detrás de Takai. En ese momento, en ese lugar, necesitaba que la protegieran. Necesitaba a Takai.
– ¿Por qué hacéis esto? ¿Qué ha sido de nuestro deber de caballeros?
El capitán avanzó de nuevo, sacando esta vez la espada y apuntando con ella a su antiguo subordinado.
– Son las órdenes – respondió con sequedad –. Tú también tienes que seguir las órdenes, ¿verdad? – el resto de guardias también sacaron las armas y dieron un paso al frente – Vamos, entrega a la princesa y te prometo que no te castigarán.
Reala creyó ver temblar por un momento a Takai. Bajo esa armadura no era fácil percibir los movimientos, pero en su interior, incluso bajo la otra armadura de su piel, algo se detuvo sin duda. Entonces, Reala lo percibió con claridad. Él, al igual que ella, estaba aterrorizado en su interior. Sin embargo, allí estaba, impasible a simple vista, actuando como su protector mientras el desconcierto y la desesperación luchaban por abrirse paso hacia lo profundo de su alma.
Lo que ocurrió después se desarrolló como un recuerdo borroso en la mente de la joven princesa. Comenzó con unas simples palabras procedentes de debajo de la armadura del caballero:
– ¡Ninguna orden está por encima del Código!
La figura del caballero comenzó a emitir un fulgor intenso y el bosque se iluminó en la noche. Se oyó el retumbar de la tierra profunda. Ambos, tierra y caballero, parecían haber entrado en resonancia.
Después de eso, la lanza de Takai abrió paso a través del círculo de guardias. Parecía como si la tierra que pisaban estuviera abriendo camino para ellos y cercando el de sus perseguidores. Fue entonces cuando el mundo del caballero terminó de trastocarse.
La lanza, asida por el caballero, seguía trazando una línea a través del paisaje. Mientras continuaban la huida ayudados por esa extraña fuerza, la princesa se abandonó a la sensación de seguridad que le ofrecía el bosque.
Cuando la carrera terminó, estaban rodeados por la naturaleza, a una enorme distancia del castillo y los guardias. Reala no entendía qué había sido lo que los impulsó en su huida; aún así, nunca se había alegrado tanto de estar tan lejos de su casa.
– ¿Qué ha...?
– No estoy seguro, alteza... – parecía que el caballero tenía tanta urgencia como ella por conocer una respuesta a lo que había sucedido – pero es exactamente lo mismo que ocurrió durante la huida del castillo. Alguna fuerza extraña nos está ayudando a escapar.
Después de todo, no estaba sola, tenía aliados. El caballero, al que ahora creía comprender mejor, se había vuelto su principal apoyo en aquel nuevo mundo aterrador. Y también estaba aquella fuerza... parecía que la propia naturaleza la estuviera ayudando. Reala dejó escapar un tímido suspiro de alivio.
– Desde aquí podremos llegar enseguida a tierras feudales – Takai estaba examinando los árboles.
– ¿En serio estamos yendo hacia los feudos? – quiso saber Reala, preocupada.
Takai se detuvo junto a ella. Caminaba con dificultad, así que le ofreció una mano. Reala hizo ademán de acercar la suya, aunque sus ojos extrañados seguían mirando al caballero de frente.
– No temáis – dijo sin mover la mano –, bien sé que los nobles desean veros presa. Pero nuestra única opción de escapatoria se halla en territorio feudal.
El cielo nocturno se despejó, dejando ver a lo lejos una siniestra formación montañosa. Takai se levantó y se dio la vuelta, contemplando aquella siniestra visión sobre el cielo estrellado.
– Entre todas las tierras de los nobles, hay una que siempre se ha rebelado contra las leyes de la corona. Su señor se hace llamar Lord Deadly. Se dice de él que es un excéntrico sanguinario que desconoce por completo los modos de la alta aristocracia y que su guardia está formada por salteadores, bandidos y bestias salvajes. La relación que mantiene con los feudos vecinos es bastante violenta... de hecho, suele matar a los mensajeros.
Un aire gélido hizo estremecerse a Reala de la cintura a los hombros. No sabía que pudiera existir alguien así, no incluso después de aquella noche de locura.
– Sé que es extremadamente peligroso – siguió el caballero –, pero no hay alternativa, pasar por Lord Deadly es nuestra única esperanza.
A Reala le habría costado creer todo aquello un par de días atrás, pero en la situación actual un señor feudal que se llevaba mal con los otros y actuaba como un fuera de la ley pasaba a ser casi una ventaja. Aún así, no sabía qué era lo que debía hacer.
– Takai... – nada más empezar a articular sus palabras dentro de aquella bruma mental, la mano del caballero volvió a aparecer como una ofrenda. La única respuesta que necesitaba apareció con claridad en su corazón y de allí salió con una sonrisa – Tú vendrás conmigo, ¿verdad?
La mano de la princesa agarró fuertemente la del caballero. Ambos continuaron rumbo al territorio feudal sin saber qué peligros los estarían aguardando en aquellas funestas tierras, simplemente caminando por el bosque una noche nublada.
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