Harumi y el Jazz
- Skale Saverhagem
- Aug 30, 2011
- 12 min read
Updated: Nov 8, 2024
Ella se encontraba allí sentada mientas la luz tenue y la música de jazz, leves pero abrumadores recuerdos en un océano de olvido y distracción, moldeaban el ruido de fondo aquella noche. Esa noche, que podría ser para cualquier otro la última de una larga serie de noches de pasión y desenfreno estival. Incluso simplemente una noche más en una vida llena de ellas. Para ella, sin embargo, todo podría haber sido el sueño delirante y depresivo de un comatoso.
La luz de las farolas y las lámparas de los bares fraguaban en aquel lugar gran parte del ambiente distendido, daban al aire un color artificial relajado que casi parecía el de un medio sol, sólo con la intensidad necesaria para que siguiera existiendo una cierta ausencia de claridad. Aquella claridad incierta, una claridad debida y nada más, era la misma que se podía apreciar en la mente de las personas. Esa luz ebria era parte del ambiente, quizá importante o quizá algo menos que eso. Pero, ¿qué importancia tenía? Luego ni se preguntaría si aquella iluminación había estado allí o en el interior de su cabeza, simplemente era una cosa de esas que se dan por supuestas.
El ambiente no tenía la menor importancia y, a la vez, era lo único que importaba. El aquí y el ahora, tan inciertos y esquivos, eran la única cosa que ella tenía en aquel momento. La canción que sonaba, tan tibia pero sugerente, simplemente ayudaba a restarle importancia a todo lo demás. Ahora no era más real que el resto de instantes en el universo de su interior.
Pensó 'Esto es una locura' o quizá lo dijera en alta voz, sin esperar que alguien de aquel decorado escuchase aquella tímida petición de ayuda, acallada por la fiesta.
- ¿Y qué no lo es? - sonó una voz enfrente. Ella levantó la vista.
Aquel hombre siempre había estado allí, al menos en un siempre relativo. Al verlo, su presencia le pareció lo más normal y evidente del mundo; era el único de aquella construcción móvil de seres humanos que tenía forma fuera del decorado. No era que lo conociera de nada, o quizá sí, pero tampoco importaba aquello demasiado.
- Todavía no me has dicho quién eres - prosiguió. Estaba claro que era un hombre que, cuando continuaba hablando tras una pausa, proseguía.
- Harumi Hino - contestó ella con naturalidad. No se había parado a pensar en ello, así que se sorprendió tomando consciencia de su existencia en aquel espacio, junto al hombre pelirrojo. Entonces empezó a darse cuenta de que era una mujer. Se dio cuenta de que era morena y tenía el pelo largo y negro, el cual llevaba suelto cayendo hasta más allá de la cintura y con un flequillo en mitad de la frente. Era un flequillo algo ingenuo, aunque no hacía sino ocultar su astucia. Vio en el cristal de su copa sus labios gruesos, el inferior bastante más pronunciado, así como el reflejo de sus ojos azules. Eran unos ojos enormes, grandes y azules. Quizá con una forma algo extraña en el párpado superior, pensó fijándose en los ojos de otros reflejos en el cristal, pero grandes y azules. Todas aquellas cosas que antes parecieron obvias… ésas que siempre han estado ahí, ahora tomaban un valor consciente. Su vestido también era azul, de eso estaba segura; azul oscuro y abierto por la espalda. Al final miró hacia él, aunque su vista no enfocaba a ninguna parte. Nada enfocaba a ninguna parte y tampoco había verdadera necesidad.
- Gaell - respondió él -, Gaell Rosetta.
Intentó pensar 'ah', pero una melodía bebop se coló en su oreja. Algo parecía haberse extraviado en su memoria. Entonces vio la botella con agua y el vaso junto a su copa. Era sin duda extraño, aunque conveniente, propio de una persona que disfruta de su lucidez, aún cuando esta se halla agradablemente sumida en un estado envolvente del letargo más amable.
En ninguna otra ocasión, nunca en el pasado ahora difuso, se lo habría planteado de ese modo. Ahora, sin embargo, el ambiente proporcionaba la seguridad a la aceptación necesarias. En su vida habría tenido que hacerlo de otra forma, sin embargo ahora su vida estaba, por fin, ausente.
- Ah… - suspiró Harumi, como ella solía hacer - Todo es una maldita locura. Dime tú si hay algo que realmente merezca la pena.
- Debería - contestó -, pero ya se encargará alguien de corromperlo, como tantas otras cosas. ¿De dónde habías dicho que eres?
- Genkaijima - contestó… y luego pensó en algo -. Significa isla del límite.
- Ahm, y… - intentó seguir, pero enseguida vio cómo la expresión facial de la hermosa mujer se configuraba en un claro y sonoro 'No quiero hablar de ello'.
Harumi dio otro suspiro.
- ¿A qué nos atenemos…? ¿Qué condenado interés hay en todo esto?
- El que uno quiere ver, supongo.
Al fondo se oía la voz del presentador, que daba paso a la siguiente canción de la banda. Se oía a la gente acercarse más al escenario que los de los bares habían improvisado en mitad de la calle. Entonces, la orquesta empezó de nuevo a tocar mientras, poco a poco, los sonidos se iban apagando para dejar paso a la voz de la cantante.
- ¿Attley Willow sigue cantando? - preguntó Harumi al oír aquella voz.
Tanto ella como él como todo el mundo conocía de sobra a la cantante. Así que, después de tantos éxitos y algunos años desaparecida todavía estaba allí. Era agradable saber que, a pesar de todo, con algunas cosas se podía seguir contando.
- Parece increíble cómo todos los héroes matadores de malandrines acaban convirtiéndose antes o después en músicos de jazz… y cantantes latinos - dijo Gaell con la cara apoyada en las manos entrelazadas.
- Heh, a mí me resulta agradable. Quiere decir que siempre habrá un lugar para nosotros, aún cuando nuestra historia haya acabado.
Las pulseras de Harumi brillaron por primera vez. A pesar de todo, Harumi seguía siendo muy joven, quizá un poco más que él. No mucho.
- Dime - siguió ella con interés -, ¿no eres tú uno de esos héroes que dijiste antes?
Aquel conocimiento había aparecido en su mente como un recuerdo de alguna historia olvidada. Es posible que él mismo se lo hubiera dicho y el mensaje se hubiera disipado en las neblinas creadas por el ambiente o quizá no estuviera prestando atención, sumida en sus propios pensamientos llenos de un vacío sensual.
- No me lo recuerdes… - y, tras el silencio, prosiguió - ¿Crees que yo también acabaré de músico en una banda?
- No lo sé, pero sería divertido - apoyada como estaba, con los codos sobre la mesa y la barbilla en la palma de la mano, Harumi parecía víctima de una apatía que sólo permanecía en la duda por la expresión de su cara; quizá esa era su expresión corporal para el entretenimiento, fuera de circunstancias -. Yo sé cantar, quizá podría ser la nueva Attley.
- ¿Qué tienes que te haga merecer el título de heroína?
Harumi esbozó una sonrisa serena.
- Soy psíquica.
Diciendo esto, miró hacia el vaso con agua y el agua se congeló. En cualquier otro contexto habría sonado extraño, pero allí, así, parecía lo más normal del mundo. Tocó la superficie con una uña para mostrar que, en efecto, el agua se había convertido en hielo.
- También sé algo de telequinesis - añadió.
Alguna vez había visto a personas que se hacen pasar por gente con poderes, ésos que te leen la mano y te dicen cuatro chorradas para luego cobrarte el precio de tu propia credulidad, pero nunca se había encontrado con alguien que fuera psíquico de verdad. Aquello pudo sorprenderlo, pero ya se había encontrado con cosas muy raras. Además, en un entorno poco sensacionalista no tenía la menor importancia. Después de todo, estaba el ambiente. Y la música.
Lo que no estaba era la bebida en las copas. De hecho, es posible que nunca hubiera estado. Un camarero se acercó:
- Disculpen, señores, ¿van a…?
Esa frase podría haber acabado de cualquier manera. Incluso podría haber acabado, pero no lo hizo. Algo se interpuso entre el mundo y el final de la frase, algo llamado…
- ¡Tú!
El camarero dejó caer la bandeja vacía y se puso en posición de lucha. Gaell se levantó deprisa y respondió con lo mismo. Ambos alerta, mirándose fijamente, atrapados en alguna otra realidad menos atenuada que aquélla en la que Harumi y el telón de fondo se hallaban.
- Así que has ligado, Gaell - dijo el camarero. Parecía un hombre de mediana edad, con pelo largo hasta los hombros y barba descuidada. Los dos seguían inmóviles.
- No creas… - respondió el pelirrojo con el mismo tono de violencia anticuada - ¿Tú qué diablos haces aquí?
- Sirvo copas - contestó sin dejar de mantener la posición.
Harumi, ausente de aquel mundo recién excavado en los recuerdos de los dos, quiso preguntar algo:
- ¿Un antiguo compañero de batalla?
- Más o menos - respondió, y luego prosiguió -. Luchamos en bandos opuestos durante la guerra de Belisia Oriental… aunque entonces él era más joven que yo - lo que suscitó una pregunta, tan extraña como inevitable -. ¿Por qué ahora eres más viejo?
Se escuchaba otra melodía bebop. Aquello pareció restarle importancia al asunto, o quizá la importancia relativa viniera de alguna otra circunstancia exterior.
- Han pasado muchas cosas - contestó el camarero -. ¿Qué tienes pensado hacer… con ella?
- Ella no es Kuto, ¡está muerta!
- ¡No te atrevas a hablar de Kuto! ¡Ahora vas a ver!
El camarero de mediana edad se lanzó hacia el pelirrojo y él hizo lo mismo, presumiblemente en dirección contraria. Ambos chocaron y empezaron a darse torpes puñetazos, mientras la música seguía aliñando el ambiente aquella noche.
A Harumi se le planteó la idea de que, para ser dos soldados, su forma de pelear era bastante deprimente y ridícula. Posiblemente sólo habían peleado con un arma en la mano y hasta ahora nunca hubieran necesitado luchar con los puños. Era una idea tan absurda como su lucha, pero era una idea. Al final, ambos acabaron tirados en el suelo, aunque no por ello dejaron de lado la curiosa exhibición.
- ¡Devuélveme a Kuto, hijo de perra belisiano!
Gaell alzó la cabeza en el momento apropiado para ver cómo Harumi se levantaba de su silla y empezaba a alejarse hacia la música. Entonces, la lucha volvió al pasado y las neblinas del presente se apoderaron del lugar otra vez.
Los dos soldados se levantaron y sacudieron la suciedad de sus trajes, casualmente idénticos. Gaell avanzó hacia Harumi.
- Espera, ¿adónde vas?
Harumi, parcialmente oculta entre la multitud que admiraba la banda, volvió la vista hacia él sin dejar de caminar en aquel confuso panorama.
- A ningún lado, sígueme si quieres - y diciendo esto, se perdió de vista.
La multitud de fondo llenaba la calle de los bares y el escenario sólo hacía que aquello pareciese aún más lleno, a la vez que impracticable. La banda hizo un breve descanso, durante el cual el presentador aprovechó para anunciar los nombres de los integrantes.
Entonces, volvió a ser el lobo solitario que fue en el pasado, sólo que unos años después.
Harumi había llegado hasta el muro de la playa, donde no había nadie más. Allí la luz de las estrellas no estaba eclipsada por la fiesta y se podía contemplar la profundidad de la noche hasta el otro lado de la costa. La brisa era agradable. El suave viento del estío acariciaba sus labios y sus cabellos largos, meciéndolos como en una dulce nana de jazz fusión entonada sólo para ella. Desde aquel lugar podía verse la zona de los bares, llena de gente de existencia inexistente. Desde allí, todavía se podía oír la música entrar en el alma, sólo que de una forma privada, sin nada más que la negrura del mar como acompañante.
Aquella sensación era algo reconfortante. De repente, algo interrumpió suavemente sus pensamientos a la deriva.
- Saludos - en efecto, alguien había dicho saludos, supuestamente para… saludar.
No se giró. Una voz era suficiente. Además, tenía los enormes ojos algo cansados.
- Tienes algo etéreo - siguió hablando la voz.
- ¿Tú crees? - respondió Harumi, girándose esta vez.
Aquel… hombre sonreía como el esclavo ante el emperador. Tenía el pelo descuidado, era delgado y el reflejo de la luz en los cristales de las gafas tapaban todo contacto con sus ojos. Pero lo más asombroso era… que se le parecía mucho. Era igualito que…
- ¿Quién vienes siendo? - preguntó al extraño hombre familiar.
- Nadie en concreto, ¿qué importancia tiene?
Aquello la hizo esbozar una sonrisa de pura tranquilidad. No era esa persona, no era posible. Es decir, el parecido era enorme, pero no eran iguales. De hecho, si uno se fijaba, eran totalmente diferentes.
- Demos un paseo - siguió el desconocido -. Por cierto, ¿te llamas…?
- No creo que tenga tampoco mucha importancia, ¿verdad?
El extraño rió. Pero rió de verdad. Era una de esas risas puras y claras que llegan hasta el fondo de las personas… siempre y cuando las personas estén dispuestas a dejarlas entrar.
Harumi se levantó. Fue levemente consciente del reflejo de la luna en sus propios ojos.
Comenzaron a pasear junto al muro de la playa, rodeándolo. Era algo realmente inusual, una de las escasas veces en que Harumi no se sentía negada por una presencia ajena. El extraño seguía sus palabras, incisivas pero inocentes, de alguien que sólo busca divertirse hablando, y regresaban a ella de nuevo. Era una conexión empática y superficial… y eso era lo que la agradaba a ella en ese lugar, en ese instante.
- Me dedico a hacer historias - siguió hablando él.
- Oh… ¿Merece la pena? - respondió ella.
- Ni hablar. Uno se pierde lo positivo de su propia vida al meterse en un mundo de ficción, pero no puede evitar que le salpiquen todas las cosas negativas…
Desde detrás de los puestos de comida y las papeleras, alguien observaba. Parecía una mujer de pelo corto y negro, ojos ligeramente rasgados y la parte de arriba de un chándal excesivamente grande como única ropa. Sus pensamientos asesinos gritaban tanto en su cabeza que casi podían oírse:
'Maldita sea, ¿qué andas haciendo por ahí con esa mujer? Tan curvilínea y tan llena por delante… ¡Se suponía que te habías ido a dibujar! Grr… como mañana no tengas listos los originales, la que vas a liar. Cuando eso ocurra, tendrás que acudir a mí'.
- Disculpe, señorita…
'Hum… tendré que seguir vigilando. Esto no puede salir bien, de ninguna de las maneras, claro que no'.
- Señorita…
Aquella presencia persistente había conseguido ser agotadora. Estaba interrumpiendo constantemente sus pensamientos. No es fácil seguir el hilo de tus propias paranoias cuando tienes a un pesado detrás intentando distraerte.
- ¡Señorita!
Como memorizado, la chica se giró y soltó una especie de discurso repetido sin necesidad de mirar a aquel hombre persistente.
- ¡Disculpa si lo que quieres es atraer mi atención, pero mi ser pertenece íntimamente a otra persona! Seguro que lo entiendes, una mujer como yo tiene que tener una vida intensa y emocionante, no puedo entregar mi corazón al primero que…
Pero el camarero no tenía tanta paciencia como para escuchar todo aquello.
- ¿Va a querer tomar algo o no?
Harumi y el desconocido siguieron hablando de temas insustanciales, intercambiando simplemente frases ingeniosas que uno no puede aprender. Era profundamente agradable, quizá algo sensual, pero sin conducir a nada íntimo. Todo muy apropiado para el ambiente de aquella noche, llena de improvisaciones y swings que surcaban levemente el aire mientras las personas vagaban por las callejuelas de sus intrincadas mentes. Al menos, los que conservaban parte de la suya… o los que la tuvieron alguna vez.
- Entonces, ¿eres de aquí? - dijo de repente el extraño.
- Podría decirse así… De hecho, sí, ¿por qué no? Me gusta este lugar…
El aire nostálgico se hizo notar en su piel. Sólo para ella, las dos vidas que había tenido habían hecho que no pudiera dejar su libreto. La sensación, tan distante, estaba casi al alcance.
Al fondo, en la oscuridad que quedaba entre los arbustos y un antiguo y abandonado café restaurante, la chica del chándal seguía su labor de espionaje editorial.
'Antes todo era mejor - se decía -. Pero han tenido que aparecer otras, ¿eh? Primero esa supuesta mujer de sus sueños y ahora… ¿Cuándo se dará cuenta? Y, ¿cuándo piensa seguir dibujando?'
- Disculpe, señorita…
Esta vez lo sabía.
- ¡No, no quiero tomar nada! - luego observó el entorno - Oye, ¿qué haces tan lejos de los bares?
El antiguo soldado la miró con vergüenza.
- Ahora me ha picado la curiosidad. ¿Puedo espiar yo también?
Algo tuvo que pasar durante el tiempo en que la situación se asimilaba a sí misma. Aquello empezaba a parecer una telenovela; una telenovela ebria, trasnochada y de las malas.
Siguieron a los dos cual ninjas en la sombra, aunque su recién fundada alianza conspiratoria no duró excesivamente demasiado.
- Bueno, he de irme a casa - y terminó con… - ¿Nos veremos en otra ocasión?
Harumi conocía una respuesta para aquello.
- ¿Quién sabe…? A su modo es tentador.
Entonces, el desconocido se fue y ella consiguió al fin estar aislada de su mundo. La brisa era sin duda agradable, cada vez más fría. Ese frío del que ella, Harumi Hino, se había hecho cómplice.
Al final, había decidido ir a su apartamento. Estaba vacío salvo por un sofá y algunas figuritas de cerámica. Desde las ventanas enormes podía verse toda la playa, el cielo, las luces del otro lado del mar… era el tipo de paisaje encandilante que uno observa sin mirar. Prestar atención a detalles concretos sería una falta de respeto hacia el resto de paisaje; era ese paisaje intuitivo que uno ve en su conjunto.
Harumi se recostó en el sofá y allí dejó volar su mente, más lejos del mundo material que antes, totalmente libre. Ahora sólo estaban ella y aquel nuevo universo, tan perfecto, tan ideal…
Seguramente Gaell, tras pelear con la multitud ausente, hubiera conseguido llegar por fin al muro de la playa. Entonces, junto aquella brisa tan agradable, se habría puesto a reflexionar en soledad sobre la guerra, intentando superar su pasado con la entereza de un hombre viril. El desconocido había vuelto a su casa y el camarero, al que había visto con el rabillo del ojo entre los arbustos, habría regresado al bar y su jefe se habría cabreado sumamente con él por tenerlo todo desatendido. Todo visto desde una perspectiva ausente, sin implicaturas, resultaba bastante divertido.
La música de jazz se filtraba por las paredes y por la ventana. Las sensaciones se apoderaron de su razón y entonces, por fin, obtuvo la respuesta.
Aquella vida era la única que casi podía valer la pena.
Este relato se incluyó en la colección Cuentos de Harumi, de 2017. Los personajes que aparecen forman parte de diversas historias de Skale, como Azurian Rhapsodies (2011), La historia del guerrero (2007), Caballeros del Olvido (2008) y As viaxes de Kou Zure (2002).
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