Los elfos discuten las medidas apropiadas a tomar frente la amenaza belisiana
- Skale Saverhagem
- Nov 27, 2009
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Updated: Nov 13, 2024
Algunos en el consejo pensaban que un puñado de elfos no tenía mucho que hacer ante la inminente invasión del ejército de Belisia, cuya presencia ya era patente en los pueblos del Este más próximos a la frontera, por lo que pedían que se elaborase una estrategia lo antes posible. Otros, más conservadores, opinaban que la Nación de Belisia jamás osaría poner sus manos en el Bosque y que era inútil preocuparse por una insensatez semejante.
En esta situación de desavenencia y potencialmente conflictiva, cada uno de los miembros de las dos facciones argumentaba su postura de diversas formas. Los primeros, encabezados por el hechicero Alchreis Benhuriel, defendían la rápida formación de un ejército que contrarrestase cuanto antes la amenaza. El primer príncipe Zolmar, partidario de la segunda opción, argumentaba ante el consejo sobre la imposibilidad de que ningún forastero atacase el Bosque y que, aunque así fuera, no necesitaban recurrir a complicadas tácticas para defenderlo, pues es bien sabido que un solo elfo del bosque aventaja en todo a un ejército de humanos.
Durante el descanso, en el que los sabios deliberaban, un par de elfos salieron de la Cámara de Roble.
- Ah, es absurdo - dijo el primer elfo -. Belisia podría estar llamando a la puerta del consejo con lanzas y seguirían sin creer que les atacan.
El otro elfo, una mujer, permanecía en un silencio de por sí elocuente. Conocía a Alchreis desde pequeños y a su amable terquedad por ayudar a quienes no querían escucharle.
La tensión en el aire fue cortada por una leve brisa de hojas de sauce.
- ¿Qué esperan que pase? - continuó - No les preocupa en absoluto un ataque del ejército…
- Pero Alchreis - la elfo por fin encontró las palabras -, ellos no lo ven de esa manera. Nosotros… nuestro Bosque es algo que nos preocupa a todos. Yo daría la vida por proteger el bosque… y ellos también, si tan sólo fuera conscientes de…
En ese momento, las palabras le fallaron.
- No serían capaces - respondió -. Teniendo en cuenta que el único elfo que salió del bosque no volvió nunca ni se supo más de él, no hay precedentes de que ninguno de esos cabezas de acacia sepa nada de los peligros del exterior.
Eso era cierto. En todos los bosques de elfos del continente azur - y, posiblemente, en todos los bosques de elfos en general - existía la creencia colectiva de que el mundo se acababa unos metros antes de salir. Cualquier elfo lo suficientemente suicida (desde la perspectiva élfica del término) para aventurarse demasiado lejos podía ver un paisaje distinto después de que acababan los árboles. Sin embargo, la creencia decía que aquello era simplemente una ilusión y que antes de llegar perdías la consciencia y volvías de nuevo al punto de partida. Contrariamente a esto, los elfos del bosque sí creían que había otras razas poblando el exterior, pero no les daban más importancia de la que podrían darle a ellos las propias razas del exterior. Sí, los elfos son raros.
- Tú tampoco has visto nunca el exterior, Alch… ni yo, ni tu abuelo. No podemos sojuzgarlos por ello…
Al oír mentar a su abuelo, el hechicero se dio la vuelta y se encontró de frente con la culpable. Su expresión era la de alguien que intenta todos los días mover una montaña, pero nunca consigue desplazarla un ápice de su posición inicial. Su amargura solía contagiársele también a él.
- Nosotros podemos usar la proyección, Zwische…
Alchreis, recientemente graduado en sus estudios de hechicero, había sido criado por el sabio elfo Benhur, heredando su nombre y siendo llamado, por tanto, Alchreis Benhuriel. A pesar del carácter frío e implacable de su abuelo, él poseía un corazón amable y una sed de justicia nada fácil de complacer. Su pelo encrespado de color azul profundo y su mirada glacial hacían pensar en él como alguien más parecido al sabio, pero sus acciones y palabras siempre revelaban su ingenuidad interior. Es verdad que los elfos suelen caracterizarse por ser ingenuos, inconscientes y confiados, pero, en el caso de Alchreis, su ingenuidad era casi humana. Zwiche y él habían sido compañeros en los estudios mágicos, lo cual había hecho florecer en ambos una empatía poco común entre los elfos. Ella era la segunda candidata a ser la futura jefa del bosque, justo detrás del príncipe Zolmar. Su carácter resuelto y su formación la hacían una líder mucho más competente, por lo que varios elfos la apoyaban a ella para ser la primera candidata. En cuanto a sus atributos físicos, su pelo largo y rosado, similar al color de los cerezos en primavera, y sus ojos absolutamente rojos como dos cerezas maduras - los elfos suelen parecerse a ciertos árboles, hasta el punto que los hay que dicen que heredan características de los mismos; no se redunda en comparaciones cereciles por manía de nadie -, le proporcionaba cierta belleza exótica en la comunidad élfica.
En esos momentos estaba teniendo lugar una importante deliberación. El futuro del bosque y de sus habitantes elfos dependía de por qué propuesta se decantara el tribunal de sabios. Era uno de esos instantes en que cualquier interrupción podría ser considerada fatal.
- ¡Princesa Zwichenglied! ¡¡Princesa!!
Detrás de los dos elfos, una figura correspondiente a un tercer elfo salió corriendo a su encuentro. Se trataba del mensajero que anunciaba la decisión final en la Cámara de Roble.
Y ésta había sido…
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